La reunión en la Casa de Gobierno entre el mandatario Juan Manzur y el senador José Alperovich es casi un diagnóstico por imágenes sobre las secuelas de la interna del oficialismo, que tiene por tercer protagonista al vicegobernador Osvaldo Jaldo, hoy fuera del país. El mitin, minimizado por sus protagonistas a la categoría de un encuentro común, no debe ser jibarizado. Lejos del reduccionismo, los pormenores del encuentro, el pasado reciente que lo prologa, el futuro cercano que vaticina, y los mismísimos detalles del retrato para el que posaron, dejan entrever las grietas que no cierran en la construcción del proyecto político del Gobierno.
Ya no es impermeable
Reclamar por los contratos caídos en la Legislatura, en desmedro de su dirigencia, no es un fin sino un medio para Alperovich. Por ejemplo, para lograr la reunión. El senador no anda detrás de contratos para tales o cuales, sino que persigue poder. Y el cimbronazo de Jaldo no le inquieta al senador en particular, ni siquiera porque uno de los caídos haya sido Alcides Salomón, que es quien lleva su agenda de recorridas diaria. Lo que en todo caso lo moviliza es que la guadaña tranqueña ha denunciado que él ya no es intocable. Por ende, que no es todo lo poderoso que predican en su entorno. En términos peronistas, que se le animan.
Hundimiento de poder
Alperovich fue al palacio que supo ocupar, también, para buscar la foto que logró con Manzur y que su propio equipo de comunicación se encargó de subir a las redes sociales. Esa foto, sin embargo, no es una foto de poder, sino una foto de tranquilidad. Y no para tranquilizar a Alperovich, sino para que él apacigüe a sus seguidores. Es una foto con la que el senador trata de transmitir que su pelea es con Jaldo, pero no con Manzur.
Hay humedad en los cuadros
La lectura no eufórica de la foto, cuanto menos para el alperovichismo, radica en un detalle anticipado el martes por este diario. La Secretaría de Comunicación Pública no difundió fotos del encuentro. Ni una sola. La imagen que se conoce fue divulgada a través de las cuentas de redes sociales del propio senador nacional. No se trata de que Manzur no quisiera tomarse la foto, sino de dejar en claro que quien quería la foto era Alperovich. O lo que es igual, que quien la necesitaba era el ex gobernador.
El revoque esconde problemas
El retrato del gobernador y del ex gobernador, tan sonrientes, contiene un dato sutil, pero imperdible: uno y otro tienen una mano en el bolsillo. Un alperovichista bromeó con que, en realidad, ninguno quiere pagar la cuenta política de la interna peronista que se está gestando. Un jaldista, en cambio, leyó en el gesto que los dos “se tiran la pelota y esconden la mano”.
Hay filtraciones de votos
Manzur se encargó de que el resultado del encuentro no fuera lo que el senador quisiera comunicar sino lo que él estuviera dispuesto a mostrar. Eso está claro. Pero no menos cierto es que no desairó a su antecesor. Y en ese hecho radica el logro de Alperovich: podrán discutirle su poder político, pero no le discuten su poder de daño. Sobre todo, después del electoralísimo 2017. Los comicios han mostrado, por un lado, una volatilidad vertiginosa de los sufragios del oficialismo. Entre las PASO de agosto y las generales de octubre perdieron 60.000 votos y, con ello, la victoria “3 a 1” que vaticinaban con 480.000 votos devino empate “2 a 2” con los 420.000 finales. El jaldismo culpa al alperovichismo por la hemorragia. Pero, por otro lado, Cambiemos se mantuvo firme en 300.000 voluntades. Justamente por eso, por la consolidación de ese sector de la oposición, la última “carta” del senador nacional es apostar “doble o nada”. Que Alperovich pregone que ganará los comicios de 2019 puede sonar dudoso para sus adversarios y razonable para sus seguidores, pero en cualquier caso es discutible. En cambio, con los números del año pasado, lo que resulta factible es que Alperovich amenace con dividir los votos del peronismo tucumano: con ello, él no podrá volver al Gobierno… y sus adversarios internos, tampoco. La gran pregunta política, hoy, es cuántos votos tiene el ex gobernador.
Los cimientos son dudosos
El jaldismo ha seguido los pormenores de la reunión de Manzur y de Alperovich sin engrupirse. Lo que más valoran es que el encuentro se diera en la Casa de Gobierno. Advierten que, hasta el año pasado eran Manzur y (hasta mediados de 2017) Jaldo quienes concurrían a “la Crisóstomo” Álvarez al 4.200, la residencia del senador. Para este sector, que controla el Poder Legislativo, el senador “acusó recibo” de la poda de contratos de sus dirigentes: volvió de vacaciones y fue a ver al gobernador. En ese hecho, el de que el senador no aguardara ni un día para acudir a Casa de Gobierno, advirtieron ansiedades, desesperaciones y nerviosismos. Mientras el vicegobernador está de vacaciones, sus referentes advierten que los alperovichistas “caídos” de sus designaciones legislativas han guardado hermético silencio al respecto. Por ello, consideran que la primera reacción es la del propio Alperovich: retratarse con Manzur para transmitirles alguna señal de una eventual solución. Habrá que ver si hay visa de refugiados para ellos en el Poder Ejecutivo.
Las puertas no son seguras
Los jaldistas anotan, a la par, que si bien Manzur tampoco ha desairado al Presidente de la Legislatura (sobre todo, al encargarse de cuidar que la visita de Alperovich no se leyera como una desautorización a su compañero de fórmula), sigue sin definirse públicamente respecto de la continuidad del binomio en 2019. Por caso, los lanceros del vicegobernador juran y perjuran que Manzur se ha esforzado por aclararles que a la reunión la forzó Alperovich porque no se puede dejar de recibir a un senador nacional afín que se presenta en la Casa de Gobierno. Pero Manzur es también quien a renglón seguido plantea que no hay que pelearse con su antecesor (o, por lo menos, que este no es el momento) y pregona la unidad. Para el caso, cuando los alperovichistas embaten contra Jaldo, Manzur argumenta que fue Alperovich quien lo escogió como “número 2”; y que él no se va a pelear con el “socio político” que viene gestionando todas las leyes que el Poder Ejecutivo necesita. Sin embargo, toman nota de un segundo detalle del encuentro del lunes: si la reunión era tan pública y es tan natural que el senador visite al gobernador, ¿por qué Alperovich, en lugar de salir por la Gobernación, se estaba yendo por la Secretaría General de la Gobernación, que es bastante parecido a irse por la puerta de atrás?
Se raja la institucionalidad
Hay una declaración de Manzur, justamente, que termina por atar todos los cabos que dejan sueltos alperovichistas y jaldistas. Cuando LA GACETA le preguntó si le había hecho algún pedido a Alperovich en función de su papel como parlamentario nacional, el gobernador contestó “no, nada; él votó todo lo que le pedí”. Con esa aseveración, Manzur marca cuatro pautas. En primer lugar, que quien manda es él. En segundo término, que en el oficialismo cada cual sabe perfectamente lo que debe hacer: no hay margen para malentendidos. En tercera instancia, le está diciendo a la Legislatura cómo debe seguir procediendo. Finalmente, queda claro que aquí el Constitucionalismo (ese sistema de controles, relaciones y contrapesos entre los poderes del Estado, para que ninguno se hipertrofie) es un sueño eterno. Si el propio gobernador remarca que los parlamentarios nacionales hacen, simplemente, lo que él pide, esto es cualquier cosa menos un sistema representativo, republicano y federal.
Se fisuran los conceptos
Pero junto con la jactancia de la que tanto disfruta el gobernador (cuando era vicegobernador le dijo a este diario, en una entrevista, que tenía a la Legislatura “en un puño”) se filtra su déficit. Propio de quienes no vienen de la militancia, sino que más bien arribaron a los cargos. En la política, pero fundamentalmente en el peronismo, la lealtad jamás debe ser confundida con la sumisión. Porque la primera de ellas es una virtud, mientras que la segunda es una conducta viciada de altruismo. Y los vicios jamás devienen en virtudes.
Se llueve el cielorraso
Entonces, los sumisos no traicionan: simplemente, se rebelan o van en busca de un nuevo yugo. La democracia pavimentadora, tan plena en “compañeros” recién llegados, pareciera que jamás lo advirtió. Su fundador, quien durante 12 años condujo los destinos del Estado provincial, ahora lo aprende a los tumbos, de parte de una legión de dirigentes que se juramentaban sumisamente alperovichistas hasta ayer, nomás.